El 25 de mayo de 1909, el periódico El Adelantado de Segovia publicaba a través de su corresponsal en Lastras de Cuéllar esta curiosa noticia. La historia, con alguna que otra variación ha llegado hasta nuestros dias y gracias a la hemeroteca la Biblioteca virtual de prensa histórica la rescatamos.
Un matrimonio rico. -¿Donde está la herencia? -Registros y cabildeos. -Oro, oro y más oro. -La mina no se agota.
Lastras de Cuéllar 24. -Hace veintiocho, o más años falleció en este pueblo un matrimonio de labradores ricos y de buena fama. Ningún lazo de sucesión fortaleció el yugo conyugal, y la muerte sorprendió a la pareja tan sola como cuando comenzó la vida matrimonial.
Sucedianse por entonces frecuentes robos en la comarca y los dos cónyuges, temiendo por sus arcas, bien repletas de reluciente oro, ideó la manera de poner a salvo el precioso y codiciado metal, ocultándolo al efecto, de las miradas ambiciosas, en diferentes sitios de sus propiedades.
Murieron ambos, sin declarar su riqueza ni el lugar donde la ocultaban, y he aquí a los herederos devanándose los sesos para tropezar con el tesoro tentador. Toda la casa desde el granero , hasta el corral, fue registrada minuciosamente, pero tan sin fruto que los perseguidores de onzas, tuvieron que desistir, rendidos y descorazonados de su propósito.
Media docena de años atrás, cuando ya el famoso tesoro había pasado a la categoría de leyenda, uno de los herederos, que habita la casa que fue del matrimonio en cuestión, derribando una cochiquera, tropezó con un objeto duro y resistente. Extráole y ¡cual no seria su sorpresa al encontrarse ante un puchero regularcito lleno de onzas y centines !
Mas tarde, sacando el estiércol de la cuadra, observó que de una imperfecta techumbre caían monedas de diverso valor y cuño, pero todos de oro legítimo , constante y sonante. Cribó con poco común esmero la basura y de ella extrajo mas monedas.
El filón estaba, pues, descubierto, y la mina, a lo que parece no se agota.
Cuarenta y ocho oras no hace aun, que un vecino compró una portada ruinosa, procedente de la “casa del tesoro” como muy bien podría llamarse a todo lo que perteneciente de los originales cónyuges de nuestro verídico relato, y dio principio a su demolición.
Pues bien, a las primera de cambio, el paredón comenzó a vomitar monedas y más monedas , y cada hueco, cada juntura era una bien repleta taleguilla , pletórica de onzas, centines y alguno que otro miserable duro de Amadeo.
Inútil es decir que este nuevo descubrimiento es el objeto de todas las hablillas y comentarios , y viendo que el filón no se agota, no es extraño que los honrados y pacíficos vecinos de Lastras de Cuéllar soñemos con acostarnos pobres y amanecer ricos. ¡El oro anda por aquí a puntapiés, mezclados con la basura y con las piedras de las portadas!
Lo que sí se nos ocurre pensar es que el afortunado matrimonio podía haber dado a sus intereses otro giro mas beneficioso para el mismo y para sus herederos.
El corresponsal.