Félix Martín Galicia, José Raúl Garrido Pérez y Santos López de las Heras
Hace ya muchos años, mi padre, Agapito Martín, me contó la historia que a su vez le había contado su abuela Agustina. Relataba que antepasados de Agustina habían sufrido un robo en Lastras de Cuellar.
Una noche de invierno, dos ladrones habían entrado en la casa de sus abuelos, ya mayores, les amenazaron y golpearon para que dijeran donde escondían el dinero, después les acuchillaron, resultando muerta ella y mal herido él. Los asesinos huyeron con el botín hacia Cantalejo. Como la noche era cerrada y había mucha niebla, se perdieron en el pinar y tuvieron que preguntar de madrugada a un pastor el camino correcto.
El pastor debió sospechar algo, así que con el propósito de confundirles, les indicó el camino de vuelta a Lastras. De esta manera, los asesinos se encontraron con las partidas de vecinos que habían salido en su búsqueda. Conducidos a Lastras, fueron interrogados con formas que hoy calificaríamos como poco ajustadas a derecho, con la intención de que declararan la identidad de otros colaboradores, aunque al parecer no delataron a nadie. Según el relato, fueron juzgados, condenados y ahorcados en Segovia, a donde asistieron al ajusticiamiento algunos hijos de la fallecida.
Por supuesto, tomé este relato con ciertas reservas aunque nunca se me olvidó del todo. Supuse que era una de esas historias que se cuentan atizando la lumbre para asustar a los más pequeños de la casa. Una noche, cenando, se lo conté a Raúl Garrido. La sorpresa fue que en su familia se contaba el mismo relato, con muy pocos matices.
Si en nuestras familias se contaba la misma historia, de ser cierta, debería ser de antepasados comunes. Así que nos dispusimos a repasar nuestras notas y antepasados. Yo apostaba porque los hechos se produjeron hacia 1830, mientras que Raúl siempre se encaminó hacia 1870. Aparecieron varios matrimonios candidatos como Carlos de Frutos y Anacleta Cabrero, o Aquilino Garrido y Paula Arranz, pero no teníamos ninguna pista cierta.
Ejecutados en Cuéllar los tres infelices reos que habían sido puestos el día anterior en capilla
Ante la falta de avances en la investigación, nos olvidamos del tema por mucho tiempo hasta que encontré una breve noticia en el periódico El Imparcial de 9 de marzo de 1876: “Hoy serán puestos en capilla en Cuéllar los reos Juan Martín Cantalejo, Ángel Hijosa y Cayetano Andrés, sentenciados por los delitos de robo y asesinato, cometidos en Lastras de Cuellar”. No había forma de relacionar las personas que iban a ajusticiar con nuestra antepasada. El relato familiar aseguraba que habían sido ejecutados en Segovia. Además, el periódico hablaba de tres reos, mientras que mi padre siempre me contó que los ladrones fueron dos. Sin embargo, no podía haber habido muchos robos y asesinatos en nuestro pueblo, por lo que cabía la posibilidad de que fuera el mismo caso. Así que había que seguir buscando noticias. Al día siguiente, el mismo periódico anunciaba: “En la mañana de ayer fueron ejecutados en Cuéllar los tres infelices reos que habían sido puestos el día anterior en capilla”. El periódico no menciona la forma de ejecución, aunque es casi seguro que fueron agarrotados, como era costumbre en la época.
Por otro periódico conocemos que los reos fueron trasladados de la cárcel de Segovia a Cuéllar el 10 de febrero, aproximadamente un mes antes que su ejecución. Pero seguíamos sin poder relacionar esta historia con la de nuestras familias. Pronto encontramos la noticia que explicaba los hechos, fue en el periódico El Globo del viernes 10 de marzo de 1876. El periódico se extendía en un artículo que anunciaba la ejecución pero recordaba los hechos por los que los sentenciados eran ajusticiados. Así, en la página 3 se lee:
“Ayer debieron ser ejecutados en Cuellar, provincia de Segovia, Juan Martín Cantalejo (a) Tormenta, de 31 años de edad, natural de Carrascal; Ángel Hijosa Fulguera, de 29 años de Aragoneses, y Cayetano Andrés Barroso (a) Lengua rota, de 31, de Espirto; los tres de oficio herreros procesados por robo y asesinato de Paula Arranz y su esposo Aquilino Garrido, de 66 y 68 años de edad respectivamente. Éste último ha podido salvarse a pesar de sus graves heridas.
El hecho tuvo lugar entre una y dos de la madrugada del 13 de Noviembre de 1873.
Los criminales, que eran cinco, aprovecharon el momento en que los dos esposos dormían para penetrar en la casa, dirigirse a su cuarto y acometerlos con navajas y escopetas unos, mientras los otros descerrajaban todos los muebles en que se encerraba dinero y prendas de valor y se apoderaban de 3.280 reales en metálico, dejando la casa enseguida, después de reunir todos los objetos que algo valían, y en ella abandonados, acribillados de heridas y anegados en sangre a los dos ancianos.
Este crimen aterrorizó por completo al vecindario de Cuéllar y quedó oculto en el mayor misterio por algunos días; pero una casualidad descubrió a los autores.
Estando trabajando en el campo uno de los criados de la casa robada, se le acercaron cinco hombres a preguntarle el camino que conducía a Torrecilla; él les encaminó, y notó poco después que habían tomado una dirección diametralmente opuesta a la que él les había dado, y esto le hizo sospechar. Dio cuenta al juzgado, fueron perseguidos y presos cuatro, otro pudo escapar y del careo de ellos resulta probado el delito.
Uno de estos cuatro, Raimundo Hijosa Callejo, de diez y nueve años, ha sido indultado de la pena de muerte.”
El relato que se había transmitido durante generaciones era cierto. La noticia debió tener cierto eco en la prensa de la época, ya que aparece el mismo artículo además de en El Globo, en El Imparcial o en La Correspondencia. Poco a poco fueron apareciendo nuevos datos y mayor documentación sobre los hechos ocurridos aquella noche. El 23 de julio de 1874, el jurado reunido en Segovia condenó a Juan Martín Cantalejo, Angel y Raimundo Hijosa, y Cayetano Andrés como culpables de robo con violencia e intimidación, encontrándose como causas agravantes haber empleado disfraz, nocturnidad, escalamiento y rompimiento de puertas. También se encontró en el caso de Juan Martín Cantalejo el agravante de reincidencia. Lamentablemente, y a pesar de la intensa búsqueda que han realizado Santos López y Raúl Garrido de esta sentencia, no se ha encontrado todavía, teniendo sólo referencias de ella por su mención en el Tribunal Supremo.
El 14 de noviembre de 1874, el Tribunal Supremo desestimó el recurso de casación contra la sentencia de muerte que habían interpuesto los cuatro acusados. En esta sentencia, el Tribunal hace un pequeño resumen de los hechos probados. Según éste, “a altas horas de la noche del 13 de noviembre de 1873 fue asaltada la casa de Aquilino Garrido, vecino de Lastras de Cuellar, por varios malhechores, que después de romper la puerta del corral y la de la sala intimidaron a los moradores y causaron al Garrido y a su mujer Paula Arranz varias heridas con arma blanca, exigiéndole el dinero que tuviesen, llevándose varias prendas por valor de 565 pesetas y 820 en metálico”.
Meses antes de la ejecución, Raimundo Hijosa Callejo recibió el indulto del Rey Alfonso XII según el periódico La Época de 1 de febrero de 1876: “Ha firmado S.M. el rey el decreto concediendo indulto de la pena de muerte a Raimundo Hijosa, reo de robo y homicidio, condenado por la Audiencia de Madrid”. Seguramente el indulto fue concedido debido a la corta edad del condenado cuando se produjeron los hechos. No sabemos por el momento la condena por la que se conmutó la pena de muerte ni que fue de él con posterioridad. Tampoco tenemos la identidad del quinto asaltante.
Como se puede ver, los hechos coinciden básicamente con el relato transmitido de padres a hijos, aunque en realidad la abuela Agustina hablaba de su familia política. Algunos detalles se habían simplificado, otros se olvidaron, y algunos aparecían confundidos, pero el relato es esencialmente el mismo como se produjeron los hechos.
Nuestros vecinos
Hoy sabemos algo más de Aquilino Garrido de Frutos y Paula Arranz Ballesteros. Aquilino nació el 4 de enero de 1806 mientras que Paula nació el 22 de marzo de 1808. Se casaron en Lastras el primero de febrero de 1826 y tuvieron siete hijos: Benigno, Joaquín (†1833), Juliana (†1836), Juana, Eustaquia, Agustina y Matea (†1845), aunque solo cuatro de ellos sobrevivirían a la infancia. Benigno llegaría a casarse tres veces y Juana moriría de sobreparto en el nacimiento de su noveno hijo. De Paula y Aquilino descienden numerosas familias de Lastras. Aquilino era labrador y en 1853 ocupaba el puesto de teniente alcalde ya que fue el encargado de buscar y contratar al médico-cirujano para Lastras cuyo puesto estaba vacante en aquella época. En 1857 figura como alcalde del pueblo, aunque desconocemos durante cuánto tiempo ocupo este puesto. Según mi padre, aunque sobrevivió al robo, nunca se recuperó totalmente de las heridas. Sin embargo, el sumario establece que estuvo convaleciente solo hasta la Navidad de 1873. Murió el 10 de octubre de 1876, cumplidos los 70 años, edad bastante avanzada para la época y siete meses después del ajusticiamiento de los asesinos de su mujer.
Parece que Paula sobrevivió al robo cinco días, falleciendo al sexto “a consecuencia de los malos tratos de que fue objeto por parte de los agresores” según el veredicto que emitió el jurado que siguió la causa. Fue enterrada el día 22 de noviembre de 1873, nueve días después del robo y tras practicarle autopsia judicial. Poco más sabemos de la vida de Paula, salvo que era hija del que fue alcalde de La Lastra de Cuellar, Antonio Arranz Merino y como tal, creemos que sustituyendo a su madre, le correspondió ser madrina de las confirmaciones que se realizaron en el pueblo en 1836.