En la actualidad casi todas las llaves son de hierro, como las cerraduras. Aunque también aquí el plástico magnético comienza a imponerse. Pero el propósito de este artículo, necesariamente corto, es hablar de las llaves de madera. Porque también las hay. Cada vez se usan menos, pero hasta los años sesenta eran frecuentes tanto en las puertas de los huertos circundados con pequeñas paredes de piedra, como en las puertas de portadas o cerramientos ajenos a la casa, utilizados para guardar leña o para cuidar unas gallinas.
La puerta que en esta ocasión nos sirve de referencia es la de un huerto situado en Lastras de Cuéllar, Segovia; se trata de la única puerta que todavía (1993) conserva llave de madera. Pasemos a su descripción.
En el centro lateral izquierdo de la hoja lleva sobrepuesta, a modo de caja, un zoquete de madera más alto que ancho, en cuyo interior hay tres ranuras verticales que alojan los resbalones. En horizontal, le atraviesa un pasador o cerrojo cuyo extremo llega hasta un tronco de madera ubicado en la pared; de este modo la puerta queda cerrada ya que los resbalones encajan en las ranuras del propio pasador, inmovilizándole.
Unos cinco centímetros más arriba la caja presenta un orificio horizontal, que discurre paralelo al pasador aunque no atraviesa la caja, destinado para la llave. La función de la llave, que cuenta con tres dientes, es subir los resbalones liberando al pasador.
El pasador y la llave no deben sacarse simultáneamente. Al menos uno de los dos ha de estar siempre puesto ya que si no los resbalones se bajarían hasta el final de las ranuras impidiendo luego la practicabilidad del pasador.
Tanto la puerta como la caja son obra de un viejo carretero ya desaparecido llamado Julián Pelayo. Su ejecución data hacia 1930; la madera empleada en puerta y caja es de pino negral que se encuentra visiblemente deteriorada por los efectos de la intemperie. El pasador y los dientes son de madera de roble, y la llave de encina.
Tanto la concepción de la caja como la llave son un testimonio más del ingenio humano que en tiempo de escaseces y limitaciones materiales pone de manifiesto su sentido práctico y sus dotes creativas.
Ignacio Sanz,
NOTAS
En una reciente visita al Museo Etnográfico de Barca, Soria, comprobamos que cuenta también con una cerradura y la consiguiente llave de madera, si bien, presentan una pequeña variante con relación a la de Lastras ya que sólo tiene dos resbalones; a la caja o cerradura la denominan candeja según se recoje en «Etnografía Soriana. Museos etnográficos rurales» de Juan José Ruiz Ezquerro. Diputación de Soria, 1991.
Los datos esenciales de este artículo nos los proporcionó el dueño de la llave, Don Fructuoso Fernán Velasco, nacido en 1910 en Lastras de Cuéllar. Los dibujos son de María Jesús Martín sobre boceto previo de Eliseo López Cerezo.