Señor Carnero: le escribo esta carta como Consejero de Agricultura de Castilla y León. Estamos en vísperas de Reyes y usted me da miedo. Su cargo le obliga a facilitar las cosas para que los agricultores prosperen. Pero la agricultura no puede prosperar a cualquier precio. La tierra merece respeto. Vivimos tiempos de barbarie, lejos de aquella relación bucólica que agricultores y ganaderos mantenían con la tierra. Primero vino la industrialización y ahora ha llegado la deshumanización. Por un lado las granjas demoniacas gigantescas, por otro la agricultura intensiva donde la tierra, sometida a todo tipo de expolios, es un mero instrumento, un soporte que llenamos de venenos, un vientre de alquiler al que hay que fecundar mientras sea fecundo y que luego abandonamos. Vivo en el reino de las metáforas y apenas conozco de asuntos técnicos. Pero me dan miedo esas tierras esquilmadas por las plantas de fresas que, según dicen los entendidos, tras quince años de explotación intensiva, saturadas de venenos, se abandonan para siempre. ¿Qué herencia vamos a dejar a los que vengan? Me dan pavor los planes que tienen previstos para el río Cega, uno de los ríos con un bosque fragoso y recóndito, un tesoro lleno de vida, al que esos planes mastodónticos de regadíos ponen en peligro. Usted no tiene culpa del cambio climático, pero con esos planes el cambio se acelera.
Ponga usted freno a tanta voracidad. No se deje obnubilar por las cifras, que las cifras producen espejismos. Los que esquilman la tierra suelen hablar de riqueza. A los que hablan de riqueza, hábleles usted de bienestar. No es lo mismo. Por desgracia la riqueza de unos pocos pone el peligro el bienestar de la mayoría. De ahí que las poblaciones fijas sigan menguando en La Tierra de Pinares y en El Carracillo. El bienestar se mide en polideportivos, bibliotecas, casas de cultura, conciertos musicales. Al Carracillo llegan oleadas de temporeros tratados como mercancía barata, en condiciones que no querríamos para nuestros hijos. Y, entre tanto, en muchos de los pueblos el agua ha sido envenenada por nitritos o por arsénicos y las autoridades sanitarias lo prohíben para el consumo humano.
El río Cega es un primor heredado, como el pinar. No los ponga en peligro con esos trasvases macabros y defienda con uñas y dientes la tierra callada. Ojalá los hortelanos alcancen un bienestar tranquilo, pero no a costa de ultrajar la tierra amenazada de infarto por tanta explotación como la someten. En fin, señor Carnero, la tierra, espero que no se le olvide, es el primer bien que debemos cuidar. Es más vulnerable de lo que parece. No permita que la emporquen. Cuando la tierra se desnaturaliza es como si pegáramos fuego a nuestra casa.
Artículo publicado en el Norte de Castilla el sábado 4 de enero de 2020