Corria el verano de 1963, tras los dias de fiesta de la Asunción nuestros paisanos se encontrabran en las eras de arriba trillando cuando un toro escapado de las fiestas de Hontalbilla sembro el caos entre los allí presentes. Tras poner a los niños y ancianos a salvo, los mozos del pueblo consiguieron matar al animal y llevarlo al matadero para el reparto de su carne. El Alcalde para evitar problemas con los los del pueblo vecino que reclamaban la propiedad del astado, consiguió convencer a sus vecinos para devolver el cuerpo del animal.
Dias mas tarde, el señor cura, Don Florentino, escribiría un romance que reproducimos a continuación:
Romance de “El torito bravo”
Yo he visto un toro de lídia
No le vi dentro de el ruedo,
Donde en sus flámulas rojas
le embarcan hábiles diestros,
buscando del respetable
solaces y esparcimientos,
poniendo al espectador,
siempre a la emoción dispuesto,
con “pase” escalofriante
en fuerte tensión de nervios
y haciéndole contener,
a veces, hasta el aliento
con esos lances audaces
y temerarios de pecho.
Yo he visto un toro de lídia
Pero le vi en campo abierto,
de súbito, de improviso
de coronar un repecho.
Le ví para mi desdicha,
tan solo a cincuenta metros,
sin que existiera un obstáculo,
que a mí impidiera su acceso.
Ví sus pupilas cercadas
de color sanguinoliento,
lanzando rayos fulgureos
de muerte y asolamiento,
y sucias babas hiladasm
pendientes de áspero belfo,
y ví para mas pàvor,
unos afilados cuernos
marfileños, acabando
en agujas de acero.
Direis que ¿Cómo vi tanto
en tan cortísimo tiempo?
Porque en peligros tan graves
todos los detalles vemos.
que nunca podaís probarlo,
es un bien que yo os deseo,
¡Los bramidos que lanzaban
Producían tal recelo,
que eran, por si, suficientes
para tenderme en el suelo¡
¡volvime inmediatamente,
mas veloz que el pensamiento,
notando que se lanzaba
feroz en mi seguimiento.
¡ay novillo de mis males,
quien te trajera a mi encuentros¡
¡ay cantera, único asilo,
Que pina estas y que lejos¡
¡ya me pisa los talones¡
¡Que me alcanza por momentos¡
Saqué fuerzas de flaqueza,
ayuda pidiendo al cielo,
Y, sintiendo ya en mi nuca
del bicho el cálido huelgo
pude por fin refugiarme
en seguro recoveco
de esa elevada cantera,
que ha sido mi salvamento.
Abajo quedo la fiera;
aquel novillo moreno,
que pareciéndome mas grande,
que el mas grande monumento
escarbaba enfurecido
y mugía con estruendo,
cual queriendo derruir
esos rocosos cimientos.
Los silbidos y las voces
de trilladores labriegos
llaman luego su atención
y se va el torito negro ,
a derramar por la eras
pánico… pavos… canguelo…¡
como veis, fui ciertamente
protafonista del miedo
durante treinta segundos
en este raro suceso,
tan rápido e imprevisto,
que me parece un mal sueño
y que, habiéndose vivido,
se estimará novelesco.
Yo por salir de él a salvo
doy muchas gracias al cielo.
II
La muerte va cabalgando
en las astas de la fiera
y, preludiando exterminio,
irrumpe altivo en las eras.
Los trilladores coronan
de las hacinas las crestas,
buscando seguridad
a su preciosa existencia.
A mí, al trasluz, me parecen
esas humanas siluetas
anriquisimos guerreros,
coronando las almenas
de castillos señoriales,
medievales fortalezas…
pero haciendo resaltar,
la notable diferencia,
que entre unos y otros existe,
al obrar de esa manera.
Hubo en aquellos valor,
Temeridad y fiereza;
en estos, miedo, pavor
y timidez de gacela.
Fuertes bramidos del toro
hacen retemblar la tierra.
escarbando furibundo,
siembra sus lomos de arena;
¡pues tales hoyos abría
su pezuña en la pradera¡
¡las hacinas se conmueven
con su acometida intensa¡
¡vuelan al viento los haces
que impele su cornamenta
y hasta se pone de manos
sobre las mieses resecas,
intentando, afianzando,
hacer en las gentes presas
¡hombres echando mis “tacos”¡
¡gritos de asustadas féminas¡
¡llantos de inermes chiquillos¡
Viendo la muerte a su vera¡
poco a poco va el morlaco
remitiendo en la pelea.
¿acaso pretende huir?
¿no querrá ya mas pendencia?
¿dará por finalizada
esta trepidante guerra?
¿durará mucho el sosiego?
Mas… no; que su vista centra
retador, fiero, arrogante,
en dos mulares parejas,
que en parva, casi trillada
están como estatuas, quietas.
Sale de su indecisión
el bicho y, como saeta,
disparaba de arco tenso,
o como silvante flecha,
impetuoso se lanza
como sanguinaria hiena…
y, al punto, los cuatro mulos
Son derribados por tierra.
Pero demos un respiro
al corazón, que se anega
en zozobra y relatemos
una nota pintoresca:
Es una yunta de burras
tardas, cansinas y lentas,
que a fuerza de “arres” y palos
dando están vueltas y vueltas
y parecen no poder,
al trillar, con la “pelleja”;
pero que, mas que de aperos,
cargadas van con experiencia,
por eso, al oir del toro
el bramar, de miedo presas,
barruntando todo el mal,
que se cernía sobre ellas,
vuelan lejos de la parva,
en desboada carrera,
¡arrastrando trillo y todo
lo que en el haber pudiera¡
¡no sé, si corriendo siguen,
Donde estarán a estas fechas¡
mientras va algún voluntario
atrevido a detenerlas,
volvamos pronto nosotros
a las parejas primeras.
Luego de ser derribadas,
el toro en ellas se encela
y, con ímpetu feroz,
las ataca y las cornea.
el dueño, que este accidente
desde su atalaya observa,
temiento que muertas queden
o mal heridas las bestias,
descendiento presuroso,
toma un horcón en su diestra,
amenazando al burel
para ver si asi le ahuyenta.
Mas, ¡ay¡ que al torito bravo
nada le asusta ni aterra
y, al que amenaza, arremete
con amenza cruenta,
y el se esconde tras un haz
que le sirve de rodela.
Pero por suerte y fortuna
el bicho, al dar la carrera
resbala en la hoyada parva
dando con su cuerpo en tierra;
momento que aprovecharon
los hombres que estaban cerca,
para arrojarse valientes
y sujetas a la fiera.
¡ de poco sirvió ya
su forzada cornamenta¡
un mozo de aquellos pocos,
que lograron someterla,
blandiendo la hoja brillante
de navaja albaceteña
con un golpe recio y fuerte,
certero la descabella.
Y cambió completamente
en este punto la escena;
los llantos se vuelven risas
se torna en gozo la pena,v
temor, en animo muda
y en brío el pavor se trueca.
Y de manera tran grata
y de forma tan amena
y de modo tan extreño
finó el sainete o comedia;
¡que este fue grancias al cielo,
lo que pudo ser tragedia¡
ya murió el torito bravo,
que tanto miedo me diera¡
¡ya ha renacido la calma
y el regocijo en las eras¡
Florentino San José Martín
Lastras de cuellar 27 de agosto de 1963