El 4 de mayo de 1861, un vecino de Lastras de Cuellar llamado Bernardo Gil Baca bautizó de urgencia con agua de socorro a un niño. Su retrato acabaría colgado de las paredes de una de las mejores pinacotecas del mundo, el Hermitage de San Petersburgo. Este niño también llegó a ser símbolo de una España que la Generación del 98 quería olvidar e imagen de una localidad, Sepúlveda, con la que tuvo escasa o nula relación.
Ese día nació en Lastras de Cuellar, Gregorio de las Heras Arranz, hijo de Eusebio y de Juana, también naturales de este lugar. Los augurios no eran muy esperanzadores. Sin embargo, contra todo pronóstico sobrevivió, siendo bautizado en la iglesia, ya de forma más ortodoxa, tres días más tarde. El niño padecía enanismo y presentaba deformaciones que le acompañarían y seguro le condicionarían toda su vida.
No sabemos mucho de la vida de Gregorio ni de su familia en Lastras. Gregorio era el cuarto hijo de los seis que llegó a tener el matrimonio de Eusebio y de Juana. Tres de ellos (Gaspar, Anastasia y León) murieron siendo niños. De los otros hermanos, sabemos que el mayor, Juan, se casó en Lastras muriendo a la edad de 41 años y de Rafael no hemos encontrado noticias. Lo que es seguro es que a principios del siglo XX, la familia había abandonado Lastras.
La siguiente vez que sabemos algo de Gregorio nos lo encontramos en Segovia, ganándose la vida malamente sirviendo a los cadetes de la Academia Militar de Segovia. En estos tiempos, primeros años del siglo XX, vive con su madre en una covacha sita en la calle Cueva de la Zorra numero 4, realizada por ellos mismos en la ladera del cementerio. Su situación es de indigencia extrema. Desconocemos las vicisitudes que les llevaron a esta situación desde que dejaron Lastras.
En estos años conoce al pintor Zuloaga. Al parecer entabla una estrecha relación con el pintor durante su etapa segoviana, teniéndole a su lado mientras trabajaba y presentándole a personas que acudían a su estudio. Gregorio posa para el pintor en al menos dos cuadros.
El primero, titulado “El enano Gregorio el botero” le representa con dos pellejos al hombro, mangas de camisa y alpargatas, delante de las murallas de Ávila. En el segundo cuadro se ve al enano con Sepulveda al fondo. Gregorio pasará a la posteridad, convirtiéndose en el modelo predilecto del pintor vasco. Su relación y modo de vida la conocemos gracias a la publicación de la correspondencia del pintor y Daniel Zuloaga, publicado por Mariano Gómez de Caso.
Por este autor conocemos que Gregorio estaba fuertemente unido a su madre, la muerte de ésta le debió afectar sobremanera, llevándole a un abandono personal y cayendo en el alcoholismo. Moriría de una hepatitis aguda en el Hospital de la Misericordia de Segovia el día 22 de agosto de 1909, según su certificado de defunción. Siendo enterrado en el cementerio del Santo Ángel de Segovia.
El cuadro El Enano Gregorio el botero se había presentado en París en 1908, alcanzando un éxito inmediato. Los intelectuales de la época ponen su atención en la figura deforme y a la vez altiva de nuestro paisano. La generación del 98 no tuvo piedad de él y escogió a Gregorio como icono de la incultura y la barbarie de la España que querían dejar atrás. Afortunadamente nunca llegaron a sus oídos las lisonjas que le dedicaron distintos escritores desde su soberbia intelectual. Aunque él nunca las hubiera podido leer ya que era analfabeto.
En 1911 Ortega y Gasset describe a nuestro paisano como “una figura deforme de horrible faz, ancha, chata y bisoja, calzados los pies de alpargatas y las piernas de calzones que medio se le derriban, en mangas de camisa, abierta ésta por el pecho, que avanza con enormes músculos de antropoide. Sobre el suelo se alzan, y apoyados en su hombro se mantienen en pie, dos henchidos pellejos que conservan las formas orgánicas del animal que en ellos habitó y afirman un no remoto parentesco con el hombre monstruoso que los abraza como a dos semejantes. Más que un ser humano parece un trozo de pedrusco y es el representante, por así decirlo, de la barbarie, de la España anclada en el pasado, de lo irremediable del peso de los siglos sobre España”. No contento con esto añade “¡Divino enano mortal, bárbaro animáculo que aún no llegas a ser un ser humano y lo eres bastante para que echemos de menos lo que te falta! Tú representas la pervivencia de un pueblo más allá de la cultura; tú representas la voluntad de incultura”.
Gutiérrez Solana también la toma con Gregorio describiéndolo en La España Negra como “monstruo de pesadilla, contrahecho, ridículo, espantable, con sus manos torcidas, manos de manco; una apoyándose en un enorme pellejo, y en la otra un jarro de barro, en que parece ofrecer el vino a todos los bebedores; vino de discusiones de reyertas, de pendencias, de crímenes. La víctima de la fiesta el cielo negro y de pesadilla, en que se destaca un viejo bárbaro cansado, con la lanza mirando al suelo; nuevo Quijote sin ideales que nunca conoció un día de gloria, y triste rocinante este viejo caballo, que produce pena y que parece ha de estar recorriendo estos viejos pueblos de España entra las rechiflas y el aplauso de un pueblo bajo y cruel. De esta Castilla salió su obra magna El Cristo de la sangre, exangüe, enfrente de este pueblo español que tan bien lo ha conquistado”.
Autor: Santos López de las Heras
Un comentario
Tomas de Santos este se yor es Varato